Habitar mis mundos personales a mi manera particular. Reflejos que han viajado conmigo toda la vida. Por cada rincón del mundo que anduve: siempre han estado conmigo.
Kiki de Montparnasse
sábado, 12 de octubre de 2019
domingo, 6 de octubre de 2019
La Emperatriz Isabel
La Emperatriz Isabel
Nieta del rey de Baviera, pero que no ruenía los 16 antepasados de rigor- que no quiere decir 16 generaciones de nobles- sino ocho tatarabuelos nobles, en su caso se coló una tatarabuela norteamericana por la parte paterna del duque Max.
Primero os
ruego que me leáis con calma, paso a paso, no voy a ser muy retórica, iré al
grano.
Vamos a
dejar a un lado los lugares comunes: de que si era duquesa “en” Baviera, de que
no se lavaba los dientes, de que era anoréxica y cocainómana (lo cual era casi
toda la alta sociedad vienesa, pero la coca no estaba procesada en los
laboratorios de Colombia), que si la suegra le quitó a los hijos... Algo que de hecho sí la afectó mucho, pero después lo olvidó. Austria ha hecho de todo ella una leyenda que le ha
salido la mar de rentable, no solo a Viena, sino a muchos y muchas.
Desmitifiquemos
a Elisabeth en un sentido u otro. Ni Sisi, ni mujer adelantada a su tiempo porque fumaba o se tatuó un ancla, ello viene de su rebeldía y amor al mar, que para ella representaba la libertad como toda romántica de su tiempo. Por
favor, nos debe estar odiando desde donde quiera que esté. La
importancia de Elisabeth no era su procedencia, sino estribaba en ella, en ser
quién fue y en su atemporalidad, fue más bien una mujer universal y renacentista.
Sus mejores biógrafos
fueron: Egon Caesar Conte Corti (un poco laudatorio pero uno de los primeros en
investigarla) y el checo Karl Tschuppik, la más famosa y su gran detractora:
Brigitte Hamann, buena investigadora pero muy parcial, en ella se basa las medias verdades de la exposición
de Viena. La culebrónica Hamann casi que la pone como una loca perdida al final de sus días, dan ganas de llorar, por cierto falleció hace poco. Katrin Unterreiner la trata bastante bien.
Yo llegué a
Viena una mañana de 1980 y me enamoré de aquel retrato de una mujer enigmática en salto de
cama con una frondosa cabellera oscura que caía en cascadas sobre sus hombros y espaldas. La
nariz y la frente de un meridiano perfil griego. Creo que Winterhalter supo captar toda su aura en ese retrato con maestría. Luego, cuando vi el retrato de
las estrellitas no podía dar crédito que fuera la misma persona, y lo encontré una
cursilería. La del salto de cama no se me parecía en nada a las repipis y
relamidas pelis de Sisi que yo nunca soporté de niña.
Me pasé 40
años leyendo sobre ella y LA Dinastía, todo lo editado en inglés y español.
Llegué a querer más al marido. A ella la dejé como uno de esos seres que nacen dos
en un siglo.
En primer
lugar hay que comprender que si Elisabeth hubiera sido una emperatriz como debería de haber sido,
jamás hubiera sido tan famosa. En segundo lugar, ha sido la emperatriz más
grande de Austria porque es la única que le da categoría de mito verdadero a LA
Dinastía Habsburgo en el XIX, sin encarnar el poder real de la gran María Teresa.
Cuando a los
dieciséis años la casan con el Emperador, ella es una cría que no sabía muy
bien lo que hacía, como cualquier chica a su edad. Es injusto achacarle que no
se portara como era debido, ella desconocía el berenjenal de la Corte austriaca,
muy distinta a la bávara de donde tampoco era muy asidua.
MITOS
SISIANOS
La belleza de Isabel
Cuestión
esencial: ¿era tan bella Elisabeth? Sí, lo era. No era fotogénica, dicho por su
marido, tampoco la fotografía de entonces era tan buena y la pintura ya sabemos
que puede dar una imagen no real, pero están todos los testimonios de las personas
que en su presencia enmudecían ante su deslizante paso. Por lo que hay que
deducir que aparte de guapa, tenía aura, era enigmática, lejana y distante, de hablar bajo y todo ello confiere a la persona un aire y gracia especial, más en un siglo tan
particular y romántico como el XIX. Todas las hijas, nietas y nietos de Luis I
de Baviera eran guapos, los Wittelsbach eran quizás la familia real más guapa
de Europa, no por ello menos tarada.
Elisabeth
como buena bávara era muy alta y espigada, de huesos largos y estrechos que se
trasladaba en unos hombros breves y rectos, una cintura muy fina ayudada por un
corsé, con caderas pequeñas y armoniosas, nada de caderas cuadradas o muslos de
jacas. Con lo cual el material genético para la anorexia ya venía de fábrica. Todo su cuerpo era muy proporcionado y armónico, una figura como la de
Grace Kelly en su juventud, ni tan siquiera Carolina, que siempre fue más mediterránea.
Es normal que de jovencita Elisabeth fuera algo más llenita y a en la veintena y madurez
(antes se maduraba más tarde que ahora) su rostro y facciones se perfilaran
más.
Cuando la Emperatriz comprende que el único y gran poder que tiene sobre su marido y el mundo es su belleza,
entonces se hace esclava de ella y como buena neurótica compulsiva se pasa
horas dedicada a cultivar su mejor arma: el físico. Y no hay más misterio.
Elisabeth
anoréxica. ¡No!
Comía poco
porque nunca fue de gran apetito, en nuestra época hubiera sido vegetariana (no vegana),
pero se daba sendos atracones de pasteles porque le encantaba el dulce y la repostería
vienesa de Demel, el pastelero de la Corte. Pero no hay un solo testimonio entre sus biógrafos que
indique que después de esos atracones se indujera al vómito, con lo cual era "bulímica" y lo de anorexia era su naturaleza esbelta y el diagnostico de la modernidad,
para mi un anoréxico tiene otras características físicas, mentales y mucho más rígidas
que las que comportó Elisabeth en vida. Si al final de sus días su piel estaba
cuarteada eso sucede con muchas personas de tez muy fina y los alemanes tienden
a ello, porque tampoco es que fuera fumadora en cadena, ni que la nicotina de entonces fuera la de hoy.
Elisabeth era neurótica, angustiada y culta, muy culta.
Es cierto
que era muy neurótica, el mundo está llenos de neuróticos que hoy tienen
modernos tratamientos médicos y viven en paz, pero normalmente las personas muy
cultas, aunque intenten dar una sensación de alegría y normalidad, son gente
muy depresiva y viven en una angustia existencial grande porque comprenden lo fútil
de nuestras vidas, más cuando ya las personas no son tan religiosas y la Emperatriz
no lo era, como ya no lo era mucha gente en su tiempo. Ahora, cuando no lo es
casi nadie, imaginaros como somos de neuróticos. La religión nos ayuda a
soportar la vida, si es que es tenemos una fe verdadera y no de postureo. A la
Emperatriz cuando más le gustaba mucho el espiritismo, tan en boga en su época. Muchas veces invocó el fantasma de su hijo, sin el menor resultado. Se sentía culpable por no haber comprendido al hijo amado que tanto se le parecía.
Era una gran lectora que leyó a los grandes de su tiempo, sentía un deseo profundo por cultivar su alma y su espíritu.
Era una gran lectora que leyó a los grandes de su tiempo, sentía un deseo profundo por cultivar su alma y su espíritu.
Elisabeth
era egoísta
Pues sí, si
usted es la mujer de un hombre rico, locamente enamorado y está acostumbrada a
salirse con la suya, seguro que también lo será. El Emperador nunca le impuso
sus deberes de Emperatriz, solo le rogaba, le permitió vivir como a ella le vino en gana, todo antes de perderla. Ella supo tener ascendente sobre él
para poder hacer su santa voluntad.
¿Se amaban
los emperadores?
Y tanto que sí. Claro
que no como un fontanero y su mujer costurera, sino como lo que eran y a la
clase social a la que pertenecían. Ella se casó por amor, sentía celos
profundos de las mujeres que se acercaban al Emperador. La pasión se le fue
unos años después del comienzo del matrimonio, él en cambio, la amó toda la vida, a pesar de sus amantes condesas.
Elisabeth lo respetaba y apreciaba, se compadecía de Francisco José y sus
grandes cargas y en los momentos que la necesitó siempre estuvo a su lado como
la más solicita de las esposas, apoyándolo. Jamás lo criticó más allá del
estrecho círculo de sus hijos. Una familia disfuncional y un matrimonio, en realidad, perfecto. Gran paradoja. Le buscó una amante a su marido ya muy de mayores, y bien que se encargó de que Catalina, "la amiga", no fuera de la nobleza con lo cual jamás podría hacer sombra a su posición social. Era una practica común en la época, como lo fue antes de la revolución francesa en las clases altas.
Elisabeth era republicana
No, no y no.
La Emperatriz en los muchos momentos de desencanto que tenía en su vida, solía
soltar frases que hemos sacado fuera de contexto para decir todo tipo de
barbaridades sobre ella.
¿Republicana
una mujer que no permitía que nadie se dirigiera a ella si no era como “Su
Majestad”? ¿Republicana una mujer que lo primero que solía recordar es que ella
era “la mujer del Emperador de Austria”? ¿Republicana una mujer que jamás pisó casa alguna de campesino ni se compadeció del sufrimiento ajeno porque ni se
enteró de éste hasta que su hijo Rodolfo se lo comunicó ya de adulto? Solo le
gustaba visitar manicomios que era con lo que ella se sentía identificada y, en
su juventud, se preocupó de que los presos no fueran encadenados, práctica que se
abolió en Viena a raíz del matrimonio imperial. Fue su única muestra de
solidaridad con los de abajo, con los de arriba tampoco las tenía porque Sisi
no fue una mujer solidaria para nada, como sí lo fue Eugenia de Montijo, pero fueron trayectorias muy distintas.
Así que
concluimos, ¿era republicana quien hace todo lo posible por ayudar al marido a
recuperar la Lombardía?
¿Republicana
quién tanto recriminó a su primo Luis II de Baviera que no ayudara a su hermana
la reina de Nápoles a conservar su trono de esos italianos que están acabando
con ‘’los nuestros’’? Los nuestros, los suyos: la realeza.
Iba por el
mundo en un yate de 70 esloras y un séquito de 60 personas, vamos, de un
republicanismo supremo…
No perdonó a su hermana la pequeña Sophie que se escapará con el fotógrafo a Venecia dejando a su marido el duque de Alençon que la maltrataba..., que moderna era Sisi...
No perdonó a su hermana la pequeña Sophie que se escapará con el fotógrafo a Venecia dejando a su marido el duque de Alençon que la maltrataba..., que moderna era Sisi...
Ni
republicana, ni loca, ni anoréxica, una hermosa mujer algo neurótica y egoísta que supo sacar
partido de su belleza y que tuvo momentos de alegría y muchos, muchos de pena,
como cualquier vida humana: lo que sucede es que la suya fue la de una
emperatriz.
¿Tuvo
amantes?
No, no los tuvo
porque era frígida. Solía involucrarse románticamente con los hombres, pero el
amor físico no estaba hecho para ella. No tenía una libido muy desarrollada y
lo que le gustaba y disfrutaba era ser admirada por su belleza. El gran amor de su vida fue sin duda el húngaro Andrassy, pero jamás se vieron a solas.
Cuando su
hijo se suicida en Mayerling ella se derrumba (porque fue de facto un suicidio, me consta). Es normal y se estremece porque nada de su sangre, dice, quedará en
el trono de Austria, pero siguió viviendo. Fue ella quién diera la noticia a su marido, y poco después, se desprendió de su amada hija María Valeria para dejar que ésta se casará con el
hombre elegido, un archiduque de rango inferior. ¿Tan loca estaba alguien que encaja con tanta fortaleza los golpes de la vida y sigue viviendo a como dé lugar?
¿Fue desconsiderada? Ni cuenta se dio de ello. Fue simplemente la mujer de un emperador a la que le pesaba
su tarea como emperatriz. Al final tanto cultivó su belleza y alma que, sin quererlo, contribuyó a que la historia sacrificara su verdadera memoria por la eterna gloria
y fama de una Austria tan poco querida por ella.
jueves, 3 de octubre de 2019
Kiki era Montparnasse
Kiki era Montparnasse
(Sé que hoy en día todos estos mundos están más que documentados, pero a mi me puede una pequeña vanidad: yo los conocí en 1977, mucho antes de que Internet llegará y los hiciera famosos. Además, es mi visión personal).
Kiki de Montparnasse (Alice Prin) nació en la Borgoña
francesa en 1901, hija de madre soltera con varios hijos. Fue criada por su
abuela en un medio muy pobre, pero donde Alice fue muy feliz y siempre quiso
mucho a la abuela.
Kiki no es una demi-mondaine al uso porque siempre vivió de su trabajo: un poco como prostituta en sus comienzos y luego como modelo de artistas, pintora, cantante, y propietaria de un café. Fue una mujer muy polifacética. Muy amiga de sus amigos, por muchos de ellos se jugó el pellejo durante la ocupación. Su fama en Montparnasse llegó a ser tan grande que la nombraron la reina de Montparnasse, quien no era amigo de Kiki no era nadie en Montparnasse. Siempre se la podía encontrar en la terraza de La Select, Le Rotonde y Le Dome, rodeada de sus amigos artistas.
Dicen ahora que aquel era un tiempo muy difícil y un mundo que
nosotros hemos idealizado. Pero realmente cuando uno lee las memorias de toda
esta grey, encuentra en ellos mucha nostalgia de aquellos años, pese a los momentos
de pobreza (que no siempre fueron tales), había un espíritu muy solidario -no con
el que vivía a 14 mil kilómetros de nosotros- sino para con el vecino de al lado.
Los grandes barrios de las grandes ciudades eran como grandes pueblos, donde la
gente ayudaba sin juzgar mucho y fue el París de entreguerras una sociedad muy
libre y abierta.
Cuando Kiki cumplió trece años su madre la mandó a buscar a París, no para que fuera a estudiar, sino a trabajar en una panadería. Allí la vida de Kiki daría un giro total. Cansada de ser la criada en una panadería, hace su primer posado para el pintor ruso Maurice Mendizkey y luego para Foujita, Modi, Picasso y otros. La joven Kiki se ve va ganando la vida bastante bien. Unos años después la encontramos envuelta en abrigos de pieles en los años esplendorosos de su juventud, en su amado barrio de Montparnasse de donde apenas si salía, solo de compras a los grandes almacenes de La Samaritaine o Au Printemps, que eran sus favoritos.
En los primeros años de la década del veinte conoce al fotógrafo norteamericano Man Ray, quien fuera el gran amor de su vida, y permanecieron juntos siete años. Ray la inmortalizó en el Violín de Ingres (Paul Getty Museum). Con Man vivió en el Hôtel Raspail, 232 del Blvd. Raspail, una de las principales arterias del barrio, son los años gloriosos de The Jockey, el famoso cabaret de Montparnasse donde son asiduos a oír jazz.
Kiki tenía un rostro interesante: nariz larga y afilada, una cara muy ovalada y una inmensa sonrisa de dientes perfectos, grandes y blancos en sus profundos y coquetos labios muy pintados de un rojo carmesí, al igual que el intenso maquillaje con los que resaltaba sus grandes ojos negros. Su rostro era muy blanco y su pelo muy negro, con un corte estilo bob.
En esos años llegó a ser una pintora con algo de talento y siguió pintando toda su vida. Fueron los veranos cuando iba con Man Ray a Villa-franche-sur-mer y a Biarritz. Con Man no mantenían una relación regular al uso, pero ambos se amaron mucho y se deben la inmortalidad el uno al otro. Kiki terminó harta de sufrir de celos por culpa de Man Ray y lo dejó por Henri Broca.
Durante la década del treinta, Kiki abre el cabaret L’Oasis que luego pasaría a ser Chez Kiki, pero que terminó cerrando porque se acercaban los años de la guerra y nuestra musa no tenía madera de empresaria. Kiki era una mujer de barrios parisinos, no le gustaba alternar con los círculos de clases altas, a los que fue invitada. Allí se sentía rara y fuera de sitio. Ella hablaba con el típico argot parisino: una mujer libre, una bohemia total y nunca le interesó para nada pillar un marido millonario.
En los últimos años de su vida fue cantante en distintos cabarets del barrio, y era acompañada por su nuevo amante el acordeonista Dédé Laroque, que a su manera la quiso y la cuidó hasta el final de sus días.
Kiki intentó y logró salvar muchos amigos de la persecución nazi, poniéndose ella misma en peligro, hasta que no le quedó más remedio que huir al sur de Francia. Al terminar la guerra París había cambiado y también Kiki, ahora era una mujer muy gorda y enganchada a las drogas y al alcohol. Aún así Man Ray trató de ayudarla cuando regresó a París acompañado de su esposa. Kiki lo recibió con alegría, pero nada pudo hacer su antiguo amor por ella. Murió en una salida a la calle de un ataque de hidropesía en 1953.
Cuando murió toda la colonia artística de París la acompañó al cementerio de Thiais, donde está enterrada. A su muerte los grandes días de Montparnasse habían terminado y el propio Foujita se fue para siempre de Montparnasse. Man Ray la lloró y recordó toda su vida, como la joven modelo que había conocido y amado en aquel París que ya tampoco volvería a ser el mismo.
Me hubiera gustado conocer a esta musa de Montparnasse y ser su amiga. Cuando la descubrí yo era también muy joven, aún ella no era tan famosa, pero me impactó su sentido pleno de la libertad y su solidaridad con el que estaba a su lado, su manera de reír y de ser feliz.
(Se pueden conseguir las Memorias de Kiki, escritas por ella, así como su biografía “Kiki de Montparnasse” en comics de Catel & Bouquet (www.sinsentido.es) que son divertidísimas, y es asomarse genialmente a la época, si nos interesa. También “El París de Kiki” de Billy Klüver y Julie Martin de TusQuest Editores es muy bueno. Todos en español).
Kiki no es una demi-mondaine al uso porque siempre vivió de su trabajo: un poco como prostituta en sus comienzos y luego como modelo de artistas, pintora, cantante, y propietaria de un café. Fue una mujer muy polifacética. Muy amiga de sus amigos, por muchos de ellos se jugó el pellejo durante la ocupación. Su fama en Montparnasse llegó a ser tan grande que la nombraron la reina de Montparnasse, quien no era amigo de Kiki no era nadie en Montparnasse. Siempre se la podía encontrar en la terraza de La Select, Le Rotonde y Le Dome, rodeada de sus amigos artistas.
Retratada por Kisling.
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Cuando Kiki cumplió trece años su madre la mandó a buscar a París, no para que fuera a estudiar, sino a trabajar en una panadería. Allí la vida de Kiki daría un giro total. Cansada de ser la criada en una panadería, hace su primer posado para el pintor ruso Maurice Mendizkey y luego para Foujita, Modi, Picasso y otros. La joven Kiki se ve va ganando la vida bastante bien. Unos años después la encontramos envuelta en abrigos de pieles en los años esplendorosos de su juventud, en su amado barrio de Montparnasse de donde apenas si salía, solo de compras a los grandes almacenes de La Samaritaine o Au Printemps, que eran sus favoritos.
En los primeros años de la década del veinte conoce al fotógrafo norteamericano Man Ray, quien fuera el gran amor de su vida, y permanecieron juntos siete años. Ray la inmortalizó en el Violín de Ingres (Paul Getty Museum). Con Man vivió en el Hôtel Raspail, 232 del Blvd. Raspail, una de las principales arterias del barrio, son los años gloriosos de The Jockey, el famoso cabaret de Montparnasse donde son asiduos a oír jazz.
Kiki tenía un rostro interesante: nariz larga y afilada, una cara muy ovalada y una inmensa sonrisa de dientes perfectos, grandes y blancos en sus profundos y coquetos labios muy pintados de un rojo carmesí, al igual que el intenso maquillaje con los que resaltaba sus grandes ojos negros. Su rostro era muy blanco y su pelo muy negro, con un corte estilo bob.
En esos años llegó a ser una pintora con algo de talento y siguió pintando toda su vida. Fueron los veranos cuando iba con Man Ray a Villa-franche-sur-mer y a Biarritz. Con Man no mantenían una relación regular al uso, pero ambos se amaron mucho y se deben la inmortalidad el uno al otro. Kiki terminó harta de sufrir de celos por culpa de Man Ray y lo dejó por Henri Broca.
"El violin de Ingres", ambas fotos por Man Ray, la primera es el gran clásico |
Durante la década del treinta, Kiki abre el cabaret L’Oasis que luego pasaría a ser Chez Kiki, pero que terminó cerrando porque se acercaban los años de la guerra y nuestra musa no tenía madera de empresaria. Kiki era una mujer de barrios parisinos, no le gustaba alternar con los círculos de clases altas, a los que fue invitada. Allí se sentía rara y fuera de sitio. Ella hablaba con el típico argot parisino: una mujer libre, una bohemia total y nunca le interesó para nada pillar un marido millonario.
En los últimos años de su vida fue cantante en distintos cabarets del barrio, y era acompañada por su nuevo amante el acordeonista Dédé Laroque, que a su manera la quiso y la cuidó hasta el final de sus días.
Kiki intentó y logró salvar muchos amigos de la persecución nazi, poniéndose ella misma en peligro, hasta que no le quedó más remedio que huir al sur de Francia. Al terminar la guerra París había cambiado y también Kiki, ahora era una mujer muy gorda y enganchada a las drogas y al alcohol. Aún así Man Ray trató de ayudarla cuando regresó a París acompañado de su esposa. Kiki lo recibió con alegría, pero nada pudo hacer su antiguo amor por ella. Murió en una salida a la calle de un ataque de hidropesía en 1953.
Cuando murió toda la colonia artística de París la acompañó al cementerio de Thiais, donde está enterrada. A su muerte los grandes días de Montparnasse habían terminado y el propio Foujita se fue para siempre de Montparnasse. Man Ray la lloró y recordó toda su vida, como la joven modelo que había conocido y amado en aquel París que ya tampoco volvería a ser el mismo.
Me hubiera gustado conocer a esta musa de Montparnasse y ser su amiga. Cuando la descubrí yo era también muy joven, aún ella no era tan famosa, pero me impactó su sentido pleno de la libertad y su solidaridad con el que estaba a su lado, su manera de reír y de ser feliz.
(Se pueden conseguir las Memorias de Kiki, escritas por ella, así como su biografía “Kiki de Montparnasse” en comics de Catel & Bouquet (www.sinsentido.es) que son divertidísimas, y es asomarse genialmente a la época, si nos interesa. También “El París de Kiki” de Billy Klüver y Julie Martin de TusQuest Editores es muy bueno. Todos en español).
lunes, 30 de septiembre de 2019
Nosotras, las mujeres de hoy
Nosotras, las mujeres de hoy y de siempre
En nuestros días nos tienen metido entre ceja y ceja el discurso de que las mujeres no hicimos nada en el pasado y es falso. ¿Acaso no hubo reinas gobernadoras muy buenas? América fue descubierta gracias a los auspicios de una reina castellana con las faldas bien puestas. Es verdad que Isabel la Católica se preocupaba de lo que pasaría con sus reinos a su muerte, pues veía morir a sus herederos hombres, y también es cierto que su hija Juana la loca fue hecha prisionera por los tres hombres que amó en su vida, pero es que “biológicamente” nosotras parimos y eso cambia el chip, no un asunto cultural, sino de biología. Además, de haber vivido Juana en nuestra época hubiera tenido un tratamiento psiquiátrico y podría haber sido una persona normal. ¿Acaso no fue Isabel I de Inglaterra una grandísima reina que encarceló a otra mujer muy pasional, inteligente y culta como la reina María Estuardo? En asuntos de política tampoco los hombres podían anteponer el amor antes que el trono y el poder. El mundo era así y la historia está ahí para ser contada. ¿Y nuestra reina María Luisa? ¿Y la Isabelona? Contra la que no tengo nada, era tonta, pero no porque tuviera amantes sino porque sacó los genes tarados de su padre. ¿Entonces por qué todo ese discurso interesado de la opresión femenina? ¿Para manipular seres ignorantes porque les conviene a los grandes intereses financieros de los “Hunos y los Hotros”? Pues basta con asomarse, no ya a un libro de historia, sino a Internet para saber que tan terrible opresión no es del todo real.
Por ello “le doy a la sesera”, día a día pensando de ¿dónde sale todo esto? Ya sabemos que hay un discurso interesado, como dije, en mantener la “indefensión” de las mujeres que a mi me crispa los nervios. Entonces, ¿por qué cómo es posible que las mujeres demostramos, hoy sí, ser tan tontas? Puede que mi abuelo no concibiera que una mujer adoptara una posición que no estuviera dentro de las líneas consensuadas. Aunque una de mis bisabuelas se fuera con el jardinero, pero todo aquello fue a nivel de la burguesía naciente. Si las mujeres hubiéramos estado tan oprimidas, jamás se hubiera escrito tan buena literatura ni hubieran existidos personajes tan maravillosos como el de Jeanne Madou, que no era ninguna prostituta. Es evidente que las relaciones con los hombres eran distintas. Supongo que hoy ya no existen ramos de flores, ni primeras cenas a la luz de las velas, todo muy estilo Hollywood porque éste lo explotó, pero eran momentos de la vida- no toda la vida, desde luego- pero sí momentos de la vida que recreaban belleza y placer, cuando se tienen veinte años y todo un mundo por descubrir.¿Cómo se hace el cortejo hoy? ¿Quién lo hace? ¿Se ponen de acuerdo? Creo que siempre habrá ese lenguaje entre distintos sexos, o los mismos sexos, que con una mirada se sabe que quiere uno del otro, o de lo contrario, ¿es que ya los jóvenes no son jóvenes? Como están tan preocupados por la comida, el cambio climático, los gallos y las gallinas y no pueden dedicarse a otros menesteres como amar por amar… Ahora lo que nos preocupa es el Imserso, el amor entre octogenarios, vale muy bien quien lo quiera comprar, solo que yo lo encuentro bastante cursi, porque los tiempos biológicos y las etapas de la vida son para ser vividas en su orden natural y no en discursos ideológicos artificiales de geriátricos celebrando bodas. El amor y sus roles, nosotros, vamos cambiando con los años. A mi me da penita con los hombres porque ellos suelen ser más románticos que nosotras que somos más pragmáticas… Ufff… pecado de lesa majestad, apiadarme de un hombre…
Claro, los hombres tienen más fuerza y nos violan. A mi nadie me violó porque yo no andaba con alcohólicos ni drogadictos, les temía y sabía que eran personas enfermas. Al que se propasara lo dejaba si me apetecía o me daba la vuelta y adiós muy buenas. No se me ocurría delatarlos, ni a ellos llevarme a ningún rincón a la fuerza. Yo sé que hablo desde el discurso de una mujer nacida después de la Segunda Guerra y criada en grandes urbes, pero cuando una leía a Zola y a Balzac no parece que la cosa fuera tan terrible ni que la censura lo suprimiera todo. Zola tiene un discurso más social, sí, pero vamos estaban las pescaderas de Les Halles y Liza la propietaria de la charcutería, que hubiera querido dejar correr su libido con el niño aquel y no lo hizo, no tanto por no faltar al marido, sino a sus intereses económicos.
No sé, al menos antes nos preocupábamos por la libertad, por el amor, por la buena literatura, por los viajes -no estos viajes de tres días que hacen ahora- Habría muchas mujeres cuyo mayor interés era casarse y formar una familia, ¿hay algo de malo en parir?, ¿se conoce otra forma de reproducción de nuestra especie que no sea lo que nosotros aportamos?
Luego entre los discursos dominantes, de los que abomino,
está el del jefe que te daba el trabajo según fueras “consecuente o no”. Sí, con
las secretarias de Corín Tellado ¿O será que yo tuve jefas más que jefes? No,
tuve un jefe, pero yo era muy buena entreteniendo a su clientela de judíos y a mi
buen amigo Judah le interesaba mantenerme y dejar que la vieja Uffer me contara sus historias del Imperio. Mi pobre Jane, algún día hablaré de ella. Fue mi
primer trabajo y le guardo mucho cariño.
Prefiero a las grandes aristócratas y las grandes demi-mondaine que fueron mujeres sin complejos, como las griegas y las romanas. Ciertamente las mujeres fueron más libres antes de la revolución francesa porque el mundo era más liberal y en la república de Venecia se dejaron retratar en todo el esplendor de su sensualidad. A partir de la revolución industrial las mujeres pertenecientes a las clases medias tuvieron vidas con más restricciones “morales”, pero seguían teniendo amantes como siempre fue. Imaginaros a la marquesa de Llansol, en pleno franquismo, y amante del cuñadísimo…, como tantas. ¿Y qué? No defiendo la deslealtad en el amor, eso nunca, pero me fastidia mucho la mojigatería existente en nuestros días que confrontan nuestros jóvenes desde un discurso no moral, pero que viene a ser lo mismo.
En mi época ya hacíamos lo que nos venía en ganas, yo en el 68 era todavía una cría, pero me digo que mi abuela fue una mujer culta y no era rica. Las mujeres de clase media que quisieron leer e instruirse siempre pudieron hacerlo y nadie les prohibió nunca leer, ni aun en España. Mis bisabuelas eran también grandes lectoras. Me van a decir que las mujeres no iban a la universidad, la paradoja es que hoy que va todo Dios y es como si no fueran… A mi una mujer de carrera -o un hombre- no me dice mucho. A mi me dice la gente con cultura, independientemente de si fue o no a la universidad y creo que una médica o un arquitecto no solo deben serlo porque quieren, sino porque poseen verdaderas aptitudes.
La cultura es otra historia y solo se adquiere leyendo en casa. Antiguamente las clases medias eran más cultas porque solo se podía leer libros, no había el recurso de Internet. En fin, que siempre hubo y habrá gente atemporal que no pertenecía a su época ni pasada ni presente. Hoy con las nuevas tecnologías todo ha cambiado mucho, pero qué poco emocionante…
viernes, 20 de septiembre de 2019
El esnobismo de las golondrinas, Mauricio Wiesenthal
Me paso la vida recomendado a mis amigos leer El esnobismo de las golondrinas. Lo hago porque es evidente que amo el libro con fervor. De toda la extensa obra de Mauricio es mi favorito y con el que más me identifico, es una lectura deliciosa, recreativa para los que amamos otros mundos, mundos de ayer, idos y perdidos, que Mauricio nos devuelve con impuesta suavidad. No es ésta una critica literaria al uso, soy simplemente lectora, y haya escrito Mauricio el libro para lo que lo haya escrito, hoy es mío y yo lo camino, lo ando y lo desando a mi antojo. Me dicen que es un tocho de mil páginas, de acuerdo, Mauricio no sabe escribir menos de mil páginas, pero se lee individualmente cada relato de sus memorias, unas vívidas y otras soñadas o recreadas. Capítulos que se pueden leer independientemente uno del otro.
Hola y adiós
El vals de las golondrinas
VIOLINES DESDE EL DANUBIO A VIENA
Un tren de la belle époque
ORIENT EXPRESS
Golondrinas de papel
DÍAS DE MAR Y LAVANDA EN LA COSTA AZUL
Golondrinas, fugitivas siluetas
PARÍS, LOS GATOS, Y LAS HOJAS MUERTAS
PARÍS, LOS GATOS, Y LAS HOJAS MUERTAS
Blues doliente para golondrina y ropa tendida
ÚLTIMO ADIÓS A VENECIA
Dibujando golondrinas en un velador
CAFÉ PROCOPE
Descubrí las Golondrinas y El libro de réquiems en 2012, fueron publicadas en 2010. Mauricio lleva cuarenta años en ellas, mientras se ganaba la vida como cantante de cabaret o escribiendo guías turísticas antes de la llegada de Internet. Siempre anoto el año cuando me encuentro una obra que me deja sin aliento. Los dos me impactaron, pero me identifiqué más con las golondrinas porque me considero una golondrina viajera de "cielos lejanos", aunque ya no tan lejanos. Cuando era pequeña mi tío me llamaba golondrina porque me fascinaba la literatura de viajes y decía, "Iré allí de mayor". La verdad es que casi todos esos viajes han sido realizados. Mi abanico es pequeño va de Europa a Europa: París, Viena, Bad Ischl, Praga, Lisboa, Porto, Sicilia, Cornualles, Nápoles, Venecia, Trieste, Lausana, nada original para esta época, pero yo sigo siendo una tradicionalista. Mucha Mitteleuropa, la civilización del Danubio, los cruceros fluviales del Rhin... Me gusta viajar en invierno.
Regresando a Wiesenthal, amo su mundo de recuerdos de aquella Europa que según dice él de sí mismo: "Nació cuando las luces se estaban apagando". Cuando yo nací ya se había apagado todas, agrego yo. Era un mundo de viajes en trasantlánticos, de un gran respeto por la historia, de una belleza singular en el lenguaje florido que lo mismo te sube a una montaña en Èze, que te baja a Cap Ferrat con personajes de toda la vida: Chanel, Misia Sert, Visconti, Eugenia, Mahler, etc. No importa el tiempo, Wiesenthal tiene la capacidad de mezclarlos y recrea mundos que vuelan para nosotros, los que podemos ir en su vuelo. Esos que preferimos un café en el Ritz y una cena en una fonda, antes de un restaurante sin solera o de la nouvelle cuisine pequeño burguesa. También mencionar que lo que ha logrado Mauricio con su biografía de Rilke no creo que ningún otro autor en el mundo lo iguale. Retrata a Rilke despiadadamente, tal cual fue, por más que lo admire. Conoce la obra del poeta alemán como nadie.
Mauricio no es un caso como su maestro Zweig, quizá ahora no sea tan famoso, pero quedará que es lo importante. Quedará entre los grandes. Tiene la particularidad también de ser una gran persona, que no siempre se da en los genios.
El esnobismo se encuentra con mucha facilidad en versión de bolsillo en La Casa del Libro o Amazon, y nos regala horas de un verdadero y delicioso placer.
He vuelto para mí
He vuelto para mí
Retomo mi antiguo blog porque me apetece. Sencillamente eso. Quizás ya esté un poco desfasado, pero ya lo iré poniendo a mi manera de nuevo. Una varia mucho con los años, nada raro. Tengo que empezar por acostumbrarme al blog de nuevo. Lo hago para mi, si alguien quiere leerle, pues mejor y escribiré de hoy, o un relato tonto, o por lo que me de y por supuesto lo anunciaré en mi Face. Lo típico, vamos, pero voy sin plan determinado. Tendrá erratas, falta de sintaxis y no me molesta quien me lo diga de buena fe, pero las tendrá. Desde luego, hay tanto para leer en la red que dudo mucho que lo lean.
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