Kiki de Montparnasse

Kiki de Montparnasse
Kiki de Montparnasse

miércoles, 19 de abril de 2017

El ALMIRANTE










Venero con profundo respeto y dolor el destino de los rusos blancos, allí donde fueran, pero especialmente los que tantas penurias pasaron en mi amado distrito noveno de París.

Habré leído varios libros para entender las causas de la Gran Guerra y racionalmente he logrado comprenderlas. Aunque es fácil hablar a toro pasado. No me entra en la cabeza como un continente, una civilización, la mayor, se suicida de semejante manera. Solamente pensando en la caída de Roma me aclaro algo, y en el ansia de poder desmedida de los hombres, de aquellas élites ya marchitas, la envidia de los de abajo y la maldad humana.

Cuando vi  “El Almirante”
 y sentía que aquellos valores, los cuales amo, pertenecían a un mundo fenecido: patria, Dios, el Emperador, el honor, el valor, la Verdad, la Belleza, me sentí sola, perdida, desarraigada y solo me consolaba el recuerdo de un puñado de amigos. En este mundo individualista, egoísta, feo, uno se refugia en lo que puede: en el recuerdo de los grandes imperios, en fotos de calles de París en otras décadas o en un una jarra con flores.

¿Qué hemos ganado? ¿tecnología? ¿bienestar material? Sí. Nuestras vidas son más cómodas, largas, penosas y depresivas. ¿Libertad? No, perdón, libertad no hemos ganado, ni sentido de la justicia. A la supuesta “igualdad” la hemos convertido en mediocridad, porque la igualdad por ley natural, señores, no existe. Y gritar lo que yo quiera sin que nadie se oponga pero tampoco me oiga, eso es libertad para tontos.

Cambiaría años de mi vida por unas schubertiades o una noche decimonónica de invierno en calesa por Viena. Preferiría haber nacido en Viena y no salir jamás de allí, solo hasta Bad Ischl, antes de las ventajas que he tenido de viajar a donde me plazca. Yo hubiera de todas maneras, aún naciendo en el XIX, llegado a Florencia, todo esto pensaba mientras contemplaba al Almirante que, contra viento y marea, nunca mejor dicho, de rodillas, rezaba ante Dios en el mar Báltico, momento antes de despedazarse con sus primos alemanes, y ante ese sentimiento profundo de que algo es superior a nosotros yo me inclino, ante ese Dios Todopoderoso que quizás no quiso poder...

 Europa hoy hundida y desesperada de si misma, ahora quiere ser más moderna que la modernidad. La democracia llevada a todos los ámbitos de la sociedad no tiene el menor sentido civilizador y si, además, carece de líderes que la puedan sostener y elevar de las masas furibundas, todo se convierte en una absurda algarabía de grillos vociferantes.

Y este es mi lamento por un mundo "espirituosamente voluptuoso" que se perdió hace un siglo.

1 comentario:

  1. Un gran artículo cargado de nostalgia y que nos sumerge en la delicadeza de un pasado reciente. Un regalo. Muchas gracias.

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